lunes, 7 de julio de 2014

¿Consumen más agua los ricos o los pobres?


Puede que decirlo levante ecos de lucha de clases, o que nos suene a demagogia de tiempos de crisis, pero lo cierto es que parece existir una correspondencia directa entre nivel de renta y consumo de agua. Hoy vamos a analizar el porqué de esta correlación desde la óptica de los números, que casi nunca mienten.  

Hace algunos años vi un gráfico interesante en el Libro Blanco del Agua en España. Correlacionaba renta per cápita —en pesetas, qué tiempos— con uso del agua en los hogares. He aquí el gráfico en cuestión:

Relación entre renta per cápita (en miles de pesetas por año) y consumo de agua per cápita (en litros por persona y día). Se observa una correlación lineal casi perfecta entre las dos variables, lo que sugiere que a una mayor renta corresponde un mayor consumo hídrico.

La conclusión es clara: cuanto más dinero tienes, más agua usas. La verdad es que dicho así suena un tanto simplista, pero es una realidad empírica que tiende a cumplirse. Y esto no solo ocurre en España. Una primera tentativa en Google ya arroja estudios que lo corroboran en países como Australia o Canadá. Con eso me he dado por satisfecho, pero no me cabe duda de que hay muchos más. Eso os lo dejo a vosotros. Mientras, yo me voy a centrar en la temática de la entrada de hoy.

¿Por qué están relacionados la riqueza y el consumo de agua?
 
Aunque no resulta obvia, lo cierto es que la relación renta-consumo de agua tiene su lógica. Está claro que en el consumo de agua de un hogar intervienen muchas variables, incluyendo el número de habitantes de la casa o sus hábitos de higiene. Sin embargo, el factor más determinante es el tipo de vivienda. Si vives en un apartamento pequeño tu consumo de agua se reduce prácticamente a la higiene personal y a tareas domésticas básicas como lavandería, limpieza y cocina. Por el contrario, si vives en un chalet unifamiliar con jardín y piscina tu consumo se multiplicará en función del tamaño de estos últimos. El primer tipo de vivienda es más propio de rentas bajas, mientras que el segundo lo es de rentas altas. Es decir: a mayor renta, mayor consumo de agua. 

La verdad es que los datos del Libro Blanco del Agua están bastante pasados de fecha. Vamos a pensar en algo un poquito más actual, como el consumo de agua en la ciudad de Madrid. Para ello me he bajado del Banco de Datos del Ayuntamiento los consumos de agua en los veintiún distritos de la capital para el año 2013. Los datos de renta más recientes que ofrece son de 2010, así me he hecho con otra variable que nos puede servir, que es el precio medio de la vivienda en euros por metro cuadrado. 

Me explico: estoy partiendo de la base de que las rentas más altas viven por regla general en los barrios más caros. Está claro que siempre hay excepciones, pero pienso que es una hipótesis de partida razonable y que la podemos dar por buena. Si a una mayor renta corresponde un mayor consumo de agua, deberíamos dar también por bueno que un mayor precio del metro cuadrado de suelo también se correlaciona bien con un mayor consumo de agua. Los resultados están a la vista:

Existe una correlación elevada entre el precio medio de la vivienda (por metro cuadrado) y el consumo de agua debido a que las rentas más altas viven en los distritos más caros. En el caso de Madrid, el consumo de agua es mayor en barrios como Salamanca, Chamartín o Moncloa-Aravaca que en Villaverde, Carabanchel o el Puente de Vallecas.

O sea, que existe una correlación bastante elevada entre renta y consumo de agua. Los distritos más baratos —Villa y Puente de Vallecas, Vicálvaro, Latina, Carabanchel, San Blas y Villaverde—, con precios que oscilan entre 2000 y 3000 euros por metro cuadrado, presentan los consumos de agua más bajos —entre 100 y 110 litros por habitante y día; mientras que los distritos más caros —Salamanca, Moncloa-Aravaca, Centro, Chamartín y Chamberí—, cuyo precio supera los 4000 euros por metro cuadrado, presentan los consumos más altos. Estos oscilan entre 148 y 165 litros por habitante y día. Es decir, alrededor de un 50% más.

Del gráfico también se puede concluir que esto no es una ciencia exacta, puesto que observamos excepciones a la regla. Por ejemplo, el distrito que más agua consume es el quinto más caro: Moncloa-Aravaca. Esto se explica por su carácter —un tanto anómalo en relación a los demás— de distrito a caballo entre la gran aglomeración urbana y los barrios-jardín del extrarradio. No olvidemos que Moncloa-Aravaca engloba zonas donde abundan viviendas unifamiliares y urbanizaciones privadas dotadas de amplias superficies ajardinadas, incluyendo barrios como la propia Aravaca, Valdemarín, El Plantío o La Florida.

Estos son los 21 Distritos que componen el área municipal de la ciudad de Madrid. Pulsa sobre la imagen para verla más grande.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que vivimos tiempos difíciles en los que todos ahorramos donde podemos. Si uno encima pertenece al segmento de las rentas más bajas —más golpeadas por la caída del poder adquisitivo y el paro— entonces uno hace todavía más por reducir gastos. Es verdad que el agua es relativamente barata y que no nos deja mucho margen de ahorro, pero no menos cierto es que hay un gasto relacionado con nuestro consumo hídrico que se ha disparado en tiempos recientes, y que nos está llevando inopinadamente hábitos de consumo hídrico más eficientes. 

En efecto, para hacer funcionar electrodomésticos que consumen agua —lavavajillas, lavadora, aire acondicionado—, tenemos que echar mano de la carísima energía eléctrica. Es difícil precisar hasta qué punto esto influye en nuestro consumo de agua, puesto que apenas hay datos estadísticos sobre la cuestión, pero la realidad cotidiana puede darnos alguna pista: al precio que está la energía, muchos ya nos lo pensamos antes de poner una lavadora a media carga. O sea, que donde antes poníamos dos lavadoras a medias, ahora ponemos una llena. Y con ello ahorramos un cincuenta por ciento de agua. 


El distrito de Moncloa-Aravaca es el que presenta mayor consumo hídrico por habitante en Madrid. Esto se debe sobre todo a la abundancia de chalets y urbanizaciones con piscina en los barrios-jardín que lo componen.


Riqueza, desarrollo y consumo de agua en el mundo

Pensemos ahora a escala global. De acuerdo que lo que venimos hablando, uno esperaría que los habitantes de los países más pobres tuviesen menos agua que los de los países ricos. Y esto serviría para concluir que la disponibilidad de agua es un indicador del grado de desarrollo de una sociedad. 

Dado que en vez de "renta" ahora estamos hablando de "desarrollo" en general, vamos a utilizar variables ligeramente distintas. En vez del precio del metro cuadrado o la renta per cápita trabajaremos con un indicador de desarrollo más amplio —el Índice de Desarrollo Humano (IDH)— que engloba parámetros como esperanza de vida, atención sanitaria, educación o nivel de vida. Cada año, las Naciones Unidas clasifican a todos los países del mundo según su IDH, que puede oscilar entre cero —desarrollo nulo— y uno. Como todos los indicadores, el IDH es imperfecto y tiene sus críticos, pero es suficiente para nuestros propósitos.

En lo que respecta al consumo de agua, vamos a centrarnos en el abastecimiento doméstico —expresado en litros por habitante y día— según la base de datos Aquastat, de la FAO. Estos consumos no son comparables al que hemos visto antes para la ciudad de Madrid, puesto que hay diferencias esenciales. En el caso del banco de datos de Madrid estamos hablando del volumen de agua que se sirve en los hogares según las estadísticas del Canal de Isabel II. Esto quiere decir que no se cuenta el riego de parques y jardines públicos, que puede llegar a pesar bastante sobre el conjunto. Sin embargo, la base de datos de Aquastat habla siempre de "agua detraída del ciclo hidrológico para uso municipal", es decir, incluye las pérdidas de las redes de distribución y los riegos públicos urbanos. Por eso la media española de Aquastat anda por los 430 litros por habitante y día cuando sabemos que a nivel de consumo doméstico realmente es mucho menor

Por otra parte, la base de datos de Aquastat bebe de los datos oficiales de cada país, y estos no necesariamente se computan igual de un sitio a otro. De esta manera, cabe esperar que existan algunas inconsistencias.

Dicho todo esto, y para evitar "ruido" innecesario en los resultados he seleccionado tres grupos de países:
  • Países europeos (en azul), más en concreto los nórdicos —que suelen copar los puestos más altos de la clasificación— y los mediterráneos —que conforman nuestro entorno más inmediato;
  • Países del África Subsahariana (en rojo), que suelen tener los IDH más bajos del mundo;
  • Países desarrollados de otras regiones que no entran en ninguno de estos dos grupos (en negro), a saber, Estados Unidos, Canadá, Japón, Singapur, Australia y Nueva Zelanda.

Y las cosas quedan así (pulsa sobre la imagen para verla más grande):


Con pocas excepciones, los países del África subsahariana —puntos rojos— quedan englobados en los IDH bajos. En contraste, el resto de países seleccionados —puntos azules y negros— están casi en su totalidad en IDHs altos. El consumo hídrico de los países en vías de desarrollo es generalmente más bajo, mientras que en los países desarrollados es muy variable.

El gráfico resultante revela varias cosas. En primer lugar, vemos claramente que casi todos los puntos rojos están a la izquierda del gráfico y en la parte de abajo. Es decir, que los países subsaharianos se caracterizan por un IDH bajo y porque su población generalmente dispone de poca agua.

Por su parte, la mayoría de los puntos negros y azules quedan en la parte de la derecha del gráfico y más arriba que los rojos. Es decir, los habitantes de los países de los otros dos grupos tienen un IDH más alto y mayor disponibilidad de agua.

También observamos que los puntos rojos están muy concentrados, mientras que los azules y los negros están bastante más dispersos. Esto quiere decir que la realidad de los países del África subsahariana es mucho más homogénea, y que en los países desarrollados hay una mayor diversidad de situaciones. Esto último lleva a que el uso del agua por habitante oscile mucho de unos a otros. Podríamos concluir que los países en desarrollo tienen sus opciones muy limitadas —como no hay infraestructuras, la población tiene poca agua— mientras que los países desarrollados —que tienen plena capacidad para construir las infraestructuras que consideren necesarias— pueden elegir entre usar mucha o poca agua. 

Por ejemplo, el consumo de agua medio por habitante en Estados Unidos o en Canadá es entre dos y tres veces mayor que en España o en Francia. Esto se debe sobre todo a los hábitos de vida de la población: en Europa vivimos sobre todo en bloques de pisos sin jardín ni piscina, mientras que la tipología de vivienda de la mayoría de los norteamericanos es el chalet unifamiliar.

Por otra parte, en los países desarrollados existen determinados elementos que hacen que el consumo de agua pueda variar mucho de uno a otro, lo que distorsiona un poco el binomio desarrollo-pobreza que hemos descrito anteriormente. Podemos citar como ejemplo la concienciación ambiental de la población o el elevado precio que el agua potable tiene en algunos lugares. Ambas cosas llevan a que las personas acepten que el agua es un recurso valioso y adopten hábitos de ahorro. En este sentido llama la atención el bajo consumo de agua en países muy desarrollados como Dinamarca, Finlandia o Francia; países que curiosamente son mucho más húmedos que el nuestro. Sin embargo, comenzamos a entender los motivos cuando vemos lo que pagan los nórdicos por cada metro cúbico de agua del grifo: mientras que en Madrid pagamos por término medio 1.4€, en Copenhague pagan 6.4€ (casi cinco veces más), en París pagan 3.0€ (más del doble), y en Helsinki 2.4€ (un 75% más que nosotros). Por el contrario, en Roma y en Lisboa apenas pagan 1.1€ por metro cúbico, lo que puede explicar hasta cierto punto por qué consumen más agua que los madrileños. 

Sin embargo, el planteamiento que hacíamos desde el principio se sigue cumpliendo para grupos "homogéneos", es decir: a igualdad de condiciones entre ellos, los daneses más ricos consumen más agua que los daneses menos ricos, igual que los italianos más ricos o los españoles más ricos consumen más agua que sus compatriotas más pobres.

¿Qué podemos concluir de todo esto? Pues que el consumo de agua por lo general va asociado al nivel de renta. Esto implica que los habitantes de los países menos desarrollados están "condenados" a vivir con una menor disponibilidad de agua. En los países desarrollados, donde realmente tenemos elección entre consumir mucha o poca, nuestro consumo varía en función de nuestra conciencia ambiental y de nuestros bolsillos.